El ser humano es un ser social. Necesitamos los vínculos afectivos para nuestro adecuado desarrollo físico y psíquico.
La relación de pareja debería ser en sí misma origen de satisfacción para todos los individuos, sin embargo esto no siempre sucede así. En ocasiones, se convierte en una fuente de conflicto constante de la que no es fácil salir o reconvertir en una relación saludable. Son muchos los factores que influyen en la trayectoria de una relación, si bien me gustaría prestar atención al análisis de las diferencias.
La pareja la forman dos personas con una historia de vida completamente diferente. Sus vivencias, sus afectos, su forma de vincularse y relacionarse se han ido desarrollando de forma distinta a lo largo de su vida y en un momento concreto se da ese encuentro entre dos. Atraídos, deciden comenzar un camino juntos. Al inicio de la relación, uno y otro mostrarán la mejor versión de uno mismo. Es el periodo de seducir, de venderse, de atraer al otro y se ponen en marcha todas los mecanismos disponibles para enamorar al otro. Estamos en la fase de idealización de la pareja donde ambos fantasean con la mejor versión del otro y se basa en las expectativas de cada uno en cuanto a lo que es una relación de pareja ideal. La mayoría de las veces estas expectativas van cargadas de mitos e ideas erróneas sobre el amor.
A medida que la pareja avanza, ambos se van encontrando con experiencias que les irán poniendo a prueba en su unión. Los problemas, los retos, los conflictos, los deseos, las carencias de cada uno, los nuevos proyectos, nuevas personas en el camino, los hijos, etc. Estas vivencias despertarán los recursos y habilidades de cada uno. Mientras que algunas serán compatibles para ambos, otras serán tan opuestas que ejercerán de espejo de déficits para el otro y para uno mismo. En este momento, es cuando pasaremos de la idealización del otro a la versión real de cada uno. El acople de estas diferencias y su aceptación será la clave para la evolución satisfactoria de la pareja. De no ser así, lentamente la distancia y el conflicto se apoderará de ellos.
La pareja es un baile. En función del ritmo, de la armonía de los movimientos y de la dureza de los pisotones este baile acabará al finalizar la música o, de lo contrario, se suspenderá antes de lo esperado.
Pocas veces se nos enseña a comunicarnos de forma efectiva. Expresar al otro lo que realmente necesitamos sin reclamar, demandar, mentir, silenciar, castigar u obligar y exigir será un camino que dependerá de qué tanto nos hagamos cargo de nosotros mismos y nuestras dificultades. Discriminar lo que yo necesito desde mi carencia y lo que el otro me puede ofrecer desde la suya. Aceptar esa diferencia, siempre y cuando sea saludable para nosotros integrarla. Buscar el equilibrio entre la aceptación del otro y el respeto hacia uno mismo.
Y solo así podremos seguir bailando al son de la música.
Noelia Valladolid Baringo
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